Religión (image placeholder)Julián Carrón: «Ningún poder del mundo podrá derrotar jamás al cristianismo»«Quizá los ataques que recibe la Iglesia se deban al nerviosismo de algunos que le daban por muerto»Álvaro de Juana/Álex Rosal (image placeholder)Julián Carrón es el responsable del movimiento Comunión y LiberaciónMadrid- Julián Carrón es el sucesor de Luigi Giusanni, fundador del movimiento Comunión y Liberación; una de las realidades eclesiales con mayor presencia en la Iglesia católica.- ¿Cuál cree que fue la mayor aportación que realizó monseñor Giusanni a la vida de la Iglesia?
- Su mayor aportación fue la claridad con la que indicó la naturaleza propia del cristianismo ya en un momento en que nada hacía presagiar lo que ahora tenemos delante. Cuando empezó en un instituto de bachillerato en Milán en 1954 se dio cuenta de que ya el cristianismo no conseguía generar una mentalidad nueva en muchos cristianos. Aunque seguían participando en la vida de la Iglesia, su forma de pensar estaba ya influenciada por la mentalidad dominante. Hoy lo comprendemos mejor porque nos resulta difícil identificar un cristiano por su mentalidad. Don Giussani propuso el cristianismo como un acontecimiento que tiene lugar en un encuentro que es el inicio de un camino en el que uno comprueba la novedad de vida que el cristianismo introduce. Su genialidad ha consistido en haber propuesto un método educativo que ha generado un pueblo.
- ¿Le da vértigo ser el sucesor del fundador de Comunión y Liberación y estar al frente de un movimiento tan vigoroso y pujante?
- El movimiento lo genera continuamente Cristo por el don de su Espíritu. Es Él quien fascina la vida de los que le encuentran. A mí lo único que me preocupa es estar sin reservas ante el acontecimiento de Cristo y tener la sencillez de corazón de decir «sí». Si con este «sí» el Señor quiere hacer algo, bienvenido sea. Yo no pretendo emular la genialidad única de don Giussani; me conformo con ser su hijo, tratando de vivir el cristianismo como lo he visto en él.
- Para todos– ¿Cómo se plantea desde C y L la «Nueva Evangelización» propuesta por Juan Pablo II ante esta sociedad cada vez más secularizada?
- Concebimos la nueva evangelización como el testimonio de la belleza del cristianismo que hemos encontrado. Todos nuestros gestos, desde los pequeños y cotidianos a los grandes como el Meeting de Rímini, que reúne cerca de un millón de personas, no tienen otro objetivo que dar testimonio de Cristo, de la vida nueva que nace de la relación con Él. El cristianismo es fácil, es para todos, basta ceder al atractivo de su belleza cuando uno lo encuentra. Por eso, no tienen nada que hacer quienes lo combaten. Se puede derrotar un cristianismo reducido a ética, pero no un cristianismo que sucede como un acontecimiento que apasiona por su belleza. Ningún poder de este mundo podrá evitar que el cristianismo resurja siempre por su belleza totalmente correspondiente al deseo del corazón humano.
- Benedicto XVI comentó que el objetivo de la Jornada Mundial de la Juventud era «mostrar a los jóvenes lo bonito que es ser cristianos, ya que existe la idea difundida de que los cristianos deben observar un inmenso número de mandamientos, prohibiciones, principios, etcétera, y que por lo tanto el cristianismo es, según esta idea, algo que cansa y oprime la vida y que se es más libre sin todos estos lastres». ¿Considera que hay un exceso de moralismo en la predicación de las últimas décadas?
- Si el mismo Papa sostiene que reducir el cristianismo a un conjunto de preceptos es una idea difundida, algo tendrá que ver el modo con el que es presentado en muchas ocasiones el cristianismo. Benedicto XVI no ha sido el primero. Juan Pablo I lo expresó con mucha agudeza al decir: «Hemos cambiado el asombro del Evangelio por las reglas».
- ¿Qué elementos debería tener una auténtica transmisión de la fe cristiana?
- Un encuentro con un hombre que suscita una novedad por la fuerza de sus palabras, por la intensidad de la experiencia que tiene de la vida, por el atractivo que ejerce en quien la encuentra. Esta experiencia de encontrar una persona excepcional fue la que llevó a los que encontraron a Jesús a decir: «Nunca hemos visto una cosa igual». Este encuentro despierta una curiosidad especial, porque uno percibe que en esa persona se cumple la vida que uno desea vivir y no sabe cómo llegar a ella. Uno tiene ante ella el presentimiento de la verdad. El cristianismo se propone al hombre como respuesta gratuita a su exigencia de encontrar una razón para vivir, una respuesta a las exigencias originales de su corazón. Jesús lo resume diciendo que el que le siga recibirá el ciento por uno, es decir, disfrutará de la vida cien veces más, será capaz de una intensidad en las relaciones cien veces mayor, experimentará un gusto del vivir cien veces más grande. En una auténtica experiencia cristiana, todo se multiplica infinitamente.
- ¿No cree que hay un peligro en la vivencia de nuestro cristianismo de volver a repetir la herejía pelagiana de los primeros siglos al no dejar espacio para la Gracia?
- Peligros siempre existen en una realidad como el cristianismo que vive en la Historia y es susceptible a los influjos más variados: pelagianismo, espiritualismo, etcétera. Se puede subrayar tanto un aspecto del hecho cristiano más en consonancia con la mentalidad dominante o con la propia sensibilidad, que otros aspectos que quedan en el olvido. A veces sin negarlos explícitamente, tienen tan poco espacio en la vida cristiana que acaban casi por desaparecer en la práctica. La reducción del cristianismo a ética es una tentación hoy bastante frecuente, en su versión moderna de reducción del cristianismo a la coherencia con un conjunto de valores, dictados por la mentalidad dominante.
- ¿Cuál es la misión de las realidades eclesiales de la Iglesia católica?
- Su misión es la de dar testimonio en medio de los hombres de esta belleza. Llevarlo allí donde vive la gente: el trabajo, la familia, las relaciones, el tiempo libre. Veo constantemente gente lejana de la experiencia cristiana que ha vuelto a interesarse por el cristianismo cuando lo encuentra encarnado en una realidad viva. No estamos hechos para la nada, sólo esperamos encontrar algo interesante para que nuestro corazón salte de alegría dentro de nosotros. Pese a todos los ataques que sufre, el cristianismo interesa más que nunca. Quizá los ataques que recibe se deban al nerviosismo que genera en algunos que ya daban por muerto el cristianismo.
ENTREVISTA a Julián Carrón, sacerdote y presidente del movimiento eclesial Comunión y Liberación"España necesita diálogo entre política y religión"Roma. Corresponsal MARÍA-PAZ LÓPEZ - 07/11/2005Hace ocho meses que un sacerdote español, Julián Carrón Pérez, lidera desde Italia la Fraternidad de Comunión y Liberación (CL), movimiento eclesial fundado carismático sacerdote Luigi Giussani el pasado febrero en Milán. Julián Carrón, de 55 años, doctor en Teología, ha sido uno de los padres sinodales designados por Benedicto XVI para el sínodo sobre la eucaristía celebrado en el Vaticano del 2 al 23 de octubre. Comunión y Liberación - un movimiento de cariz educativo, presente en 70 países, entre ellos España con unos 3.000 fieles- organiza cada año en Rímini (costa nordeste de Italia) el Meeting de Rímini, un encuentro de debate con políticos, intelectuales, y otros profesionales. ¿Tiene pensado Comunión y Liberación exportar a España el Meeting de Rímini? De momento, no es posible. El Meeting no es sólo un escaparate; es un gesto de todo un movimiento, para el que van a Rímini dos mil voluntarios pagándose la estancia, más los que trabajan en él habitualmente. Es un ejemplo de cómo vivir el cristianismo hoy de modo no vergonzante, no en las catacumbas, no sólo en la vida privada, sino poniéndose sin miedo delante de todos, a debatir con todos. Porque invitamos al Meeting a personas de todos los ámbitos e ideologías: políticos, sindicalistas, banqueros, gente de izquierdas, gente de derechas, gente de las ONG, de distintas realidades eclesiales, de Acción Católica, de otros movimientos... Es la ocasión de ver qué nace de una educación cristiana como la que hemos recibido, y de estar presentes en la realidad, con toda razón y libertad. A un nivel más reducido, en España hacemos el Encuentro Madrid, que es un fin de semana. - Quizá a España le conviene un foro de diálogo organizado entre política y religión, dos ámbitos que han estado muy enfrentados. Estoy de acuerdo. En Italia se sorprenden de ese nivel de enfrentamiento, porque aquí el debate político a todo campo es muy rico y variado. Con todo, incluso aquí, donde existe un gran tensión entre izquierdas y derechas, se sorprenden de que exista un lugar como el Meeting de Rímini. En Comunión y Liberación, por la educación recibida, por el hecho de haber nacido dialogando, se nos da bien hablar con todos, incluidas las otras religiones.Tenemos fama de tener una identidad clara, y hay quien cree que eso es un obstáculo, pero es lo que nos ayuda; tenemos relaciones estupendas con judíos y musulmanes. El año pasado invitamos al Meeting al subdirector de Al Jezira... Se trata de reconocer la parte de verdad y belleza que hay en toda persona, sea cual sea su credo o posición ideológica. Y con un debate tranquilo, sin enfadarse. En la medida en que crezcamos, queremos llevarlo a España, que necesita más diálogo entre política y religión. Pero ahora aún es muy difícil organizar dos gestos del calibre del Meeting dentro de un mismo movimiento. - Durante el sínodo, ¿le pareció que los obispo esperaban alguna contribución especial de los movimientos respecto de la eucaristía? - Los obispos esperan que los movimientos aporten su capacidad educativa, porque es lo que sienten más necesario; para la recepción de la eucaristíca se precisa la fe, la educación en la fe. La eucaristía es la culminación de la vida cristiana, y los movimientos, como otras instancias eclesiales, pueden aportar mucho en el surgimiento y en la maduración de la fe. - ¿Y qué aporta Comunión y Liberación? - Luigi Giussani recuperó del cristianismo la palabra "acontecimiento"; el cristianismo no es sólo la repetición verbal de un mensaje, sino el testimonio de la persona cambiada. Yo siempre digo que el cristianismo se comunica por envidia; porque uno ve en el otro realizado lo que a uno le gustaría que su propia humanidad fuera. No se trata de una repetición ortodoxa de un discurso limpio y correcto; eso no genera un cristiano. Es la misma diferencia que hay entre leer un libro sobre el amor y enamorarse. Y esto es muy importante en la transmisión de la fe, porque habíamos creído que bastaba una catequesis correcta, y sólo eso no ha sido suficiente. En tantas ocasiones vemos cómo en los países de tradición cristiana la fe se ha transmitido mal. - ¿Cómo proponen hacerlo, entonces? - Lo decía don Giussani, y yo lo he visto en mis años de profesor. Lo apasionante es proponer el cristianismo no como algo que el creyente debe hacer,sino como un reto a la razón; no como una moral en primer lugar, sino como una respuesta a las exigencias del corazón, respuesta que tiene la pretensión de ser verdadera. Yo veía en clase que la gente que más se interesaba por esto no era la que no tenía nada que hacer, o la que era buenecita, muy piadosa... A los que más llamaba era a los inteligentes, a los más vivos, porque veían más retada su propia humanidad.
XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispo sobre el tema La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia.Intervención de Julián CarrónPresidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación y Padre SinodalRoma, Aula del Sínodo, 11 octubre 2005 La Eucaristía, el método de Dios con su criaturaBeatísimo Padre,Venerables Padres,Hermanos y hermanas: bien consciente de mi desproporción respecto al gesto que estamos viviendo, me atrevo a ofrecer algunas reflexiones a partir de la parte IV del Instrumentum Laboris: "Eucaristía en la misión de la Iglesia", especialmente el nº. 78. La situación del hombre contemporáneo está plagada de complicaciones, pero nada consigue arrancar la espera del corazón. Es la naturaleza misma del hombre la que lo impulsa a esperar. Al mismo tiempo, la dificultad para encontrar una respuesta en no pocas ocasiones le hace dudar de la posibilidad de un destino positivo. El hombre de hoy tomará en serio la propuesta cristiana, si la percibe como respuesta significativa al grito de su necesidad humana. Por ello el desafío que tenemos que afrontar en el anuncio consiste en vivir el contenido de la fe, de tal modo que muestre la relevancia antropológica, es decir su sobreabundante correspondencia a las exigencias originales del corazón. 1. «Tanto amó Dios al mundo que envió su Hijo único para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). El culmen de esta gratuita iniciativa del Padre lo constituye la muerte y la resurrección de Cristo, expresión última de ese amor, a través del cual Cristo reconcilió definitivamente a los hombres con Dios, haciendo posible la verdadera comunión con Él.Al invitar a los discípulos a realizar el gesto eucarístico en memoria suya, Jesucristo hace posible para cada hombre «una misteriosa contemporaneidad» de su Presencia en cada momento histórico (Ecclesia de Eucharistia 5; Veritatis Splendor 25). A través de la acción eucarística, que hace presente su amor sin límites, Cristo mismo nos apremia «a no vivir ya para nosotros mismos sino para aquel que murió y resucitó por nosotros» (2Cor 5,14-15).El hombre que acoge con fe el don del Cuerpo y la Sangre del Señor participa de aquella novedad que Cristo ha introducido para siempre en la historia y entra en aquella comunión que Él vive con su Padre en el Espíritu. Así pudo decir el apóstol: «El que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo» (2Cor 5,17). Esta realidad se experimenta como una unidad nueva, de otro modo inconcebible e irrealizable, que supera todas las divisiones que enfrentan a los hombres: «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3,28). 2. «La Eucaristía –ha dicho don Giussani, fundador de Comunión y Liberación- es la suprema confirmación del método que Dios ha establecido con su criatura: hacerse presente dentro de un signo visible e tangible, y por ello experimentable». Es un acontecimiento dentro de la historia: Jesús mismo es la manifestación suprema de esta modalidad con la que Dios no abandona a su criatura sino que se compadece de ella, haciendo de la humanidad de Cristo el signo eficaz de Su presencia real. El Señor ha querido hacer de la Eucaristía el sacramento de la unidad de los cristianos en Él y con Él, convirtiéndolos en testigos, en signo e instrumento del designio salvador de Dios (Lumen Gentium 1, 48). En efecto, la Eucaristía es un modo de ser que pasa de Jesús al cristiano –el bautizado– y, por su testimonio, tiende a irradiarse en la sociedad y en la cultura (Cfr. Mane nobiscum Domine 25-26). Según su naturaleza sacramental la Iglesia incide en la historia porque suscita y educa personas que se dejan implicar en la novedad de vida de Cristo y por ello la pueden comunicar a sus hermanos los hombres. De esta manera, a través de la vida cambiada de aquellos que pertenecen a Cristo, Dios sigue interpelando la libertad de los hombres en cualquier lugar y circunstancia (trabajo, familia y amistades, tiempo libre).3. Sólo la Presencia única del Señor puede conmover a la persona en toda la profundidad de la espera de su corazón. Por esto, ante el desafío de nuestro tiempo, resulta indispensable el sacramento de la Eucaristía en toda la eficacia de sus frutos de verdadera comunión y de humanidad nueva. Nosotros vemos asombrados esa eficacia en los palafitos y favelas de Brasil, entre los universitarios del Kazakistán, los enfermos del Sida en Uganda o en las grandes metrópolis de Estados Unidos. Todos necesitamos hoy la presencia de aquellos testigos que viven verdaderamente en esta comunión que el Señor nos otorga sacramentalmente, la comunión de aquellos «designados, según la Providencia de Dios, para continuar, a su vez, la sucesión de sus testigos» (Newman). Así, al encontrarlos, reconoceremos con asombro y gratitud que la presencia de Cristo está en ellos y glorificaremos a Dios por la persona de su Hijo (Gál 1,24) y por el don de la eucaristía. Nosotros mismos, por esta dinámica sacramental, nos iremos transformando según la Imagen gloriosa que atrae nuestra mirada (2Cor 3,18). Podremos así, a través de toda nuestra existencia, dejar resplandecer la luz de Cristo, para que los hombres y las mujeres de nuestros días encuentren motivos de creer y de esperar que se cumplirán las promesas inscritas en lo profundo de sus corazones, manifestadas y realizadas plenamente en la entrega eucarística de Cristo. Muchas gracias.